Manuel Pando
La adolescencia es una etapa vital de grandes cambios físicos, mentales y vinculares. Los cambios físicos y la aparición de caracteres sexuales secundarios generalmente se da de manera muy rápida, y muchas veces desigual. También se empieza a generar un cambio de rol, en lo que hace a responsabilidades, permisos y actitudes. Por último, también se producen modificaciones en el grupo de amigos, donde los adolescentes comienzan a generar vínculos de amistad con otros en relación a sus intereses compartidos, las nuevas actividades, o los cuestionamientos que se empiezan a hacer sobre su vida, el mundo de los adultos o las normas sociales.
Hacia allí tienden a volcar sus inquietudes, dudas y opiniones, cuando antes tendían a buscar como confidentes a sus padres. Dentro de un mismo grupo de chicos de la misma edad, algunos experimentarán estos cambios más tempranamente que otros, por lo cual es esperable cierto desfasaje entre compañeros de escuela, por ejemplo. A medida que se van desarrollando, tienden también a presentar una imagen más positiva de sí mismos de la que realmente tienen.
La adolescencia como categoría en sí misma tiene una aparición tardía en la psicología y las ciencias sociales y de educación en general. Anteriormente se consideraba que el niño se convertía en adulto, sin tener en cuenta el período de la adolescencia como una etapa en sí misma, con sus propias vicisitudes y problemáticas. Algo de esta conceptualización tardía es visible hoy en día en el desconcierto que genera en padres y maestros, que muchas veces encuentran difícil también ajustarse a los rápidos cambios que ven en los chicos, a veces tratándolos como los niños que eran, a veces tratándolos como los adultos en los que se convertirán.
Muchas de las actitudes de los adolescentes a veces aparecen como extrañas o impredecibles, y los padres y educadores deben ir ajustando las normas, permisos y responsabilidades adjudicados a aquellos. Pueden verse con fluctuaciones del estado de ánimo, con intereses repentinos y cambiantes, cuestionando las normas, y paralelamente, el flujo de información sobre sus estados emocionales o experiencias se inclina cada vez más hacia su grupo de pares y cada vez menos hacia los padres y adultos.
Estos cambios repentinos y desiguales que se van dando en la adolescencia, como toda etapa de cambios de rol, pueden experimentarse con una gran ansiedad. Podemos describir a la ansiedad como una emoción normal que experimentamos que nos ayuda a prepararnos frente a la anticipación de un peligro potencial. Los “peligros” o “amenazas” a los que nos vemos expuestos no solo se conforman por situaciones en las que nuestra vida está en juego; al ser seres sociales, debemos ajustar nuestro comportamiento de acuerdo a determinadas situaciones sociales. De nuestro desempeño en las mismas dependerá que consigamos un trabajo, que seamos aceptados por el grupo de pares, que seamos bien calificados en un examen, que obtengamos beneficios.
Un adolescente debe adaptarse en muy poco tiempo a un cuerpo que cambia muy rápidamente y de manera desigual, a una nueva imagen corporal. Además, se esperan otras cosas de él de las que se esperaban antes, ciertas actitudes y comportamientos que conservaban de niños dejan de ser aceptables. Al mismo tiempo, perciben cambios en los adolescentes con los que se vinculan, algunos más rápido, otros más lento. A veces esta adaptación se da de manera más armónica, y otras puede darse con un mayor nivel de ansiedad y malestar. Si bien la ansiedad es una emoción normal que todos experimentamos, a veces se vuelve desadaptativa cuando es muy frecuente, o cuando es muy intensa o cuando nos lleva a evitar ciertas situaciones porque consideramos que no podremos hacerles frente.
Si consideramos a la adolescencia como una etapa de transición entre la niñez y la adultez, es también una etapa donde prima la creatividad y la permeabilidad hacia nuevos intereses y actividades. Pero a veces estos cambios se vivencian con un gran malestar que puede evidenciarse en peleas y discusiones, evitación de situaciones sociales y transgresiones. Es importante como adultos y educadores no subestimar las experiencias personales de los adolescentes que atraviesan esta etapa vital, proporcionar espacios de seguridad y estabilidad, estar abiertos y flexibles para debatir sin descalificar automáticamente su punto de vista y mantener el diálogo con ellos, como así también estar atentos para detectar cuando estos niveles de ansiedad se cursan con mucho malestar, o llevan al adolescente a evitar situaciones de las que le gustaría participar, pero siente que no puede.