Elizabeth González Montaner
«Mami, no quiero ir a la escuela, porque me siento mal, me transpiran las manos, mi corazón va muy fuerte, me falta el aire, tengo miedo de morirme.»
El trastorno de pánico comienza frecuentemente en la adolescencia, aunque también puede comenzar en la infancia.
Los síntomas físicos y cognitivos del trastorno son los mismos que en adultos. El ataque de pánico infantil puede presentarse inesperadamente y aislado a las situaciones ambientales o estar asociado a otros diagnósticos, ansiedad de separación (no querer separarse de algún familiar), fobia escolar (no querer ir a la escuela), ansiedad generalizada ( preocupación excesiva por una gama de acontecimientos), fobias específicas (miedos determinados fuera del período evolutivo), ansiedad social (miedo a situaciones sociales), agorafobia (ansiedad al encontrarse en lugares donde es difícil escapar), o en situaciones de estrés postraumático (ansiedad reactiva posterior a algún hecho traumático).
El pánico en los niños es muy difícil de diagnosticar, porque generalmente la familia desconoce el trastorno y acude al pediatra.
Los comentarios de los padres dan cuenta de que otros profesionales consideran los síntomas como una reacción de ansiedad, pero que al ser un niño piensan que con la madurez evolutiva lo vencerá; y ese es el principal error. Aunque hay miedos evolutivos normales, no es parte del desarrollo madurativo el sentir miedo con sintomatología física y cognitiva (emociones y pensamientos) a tal punto de evitar ciertas situaciones.
Si los adultos significativos (padres y docentes) del niño ven que evita ciertas situaciones por temor a la sintomatología física y psíquica; es altamente probable que padezca un Trastorno de ansiedad, y es imprescindible consultar con un psicólogo o psiquiatra infantil.
El tratamiento del pánico infantil puede ser psicológico y/o farmacológico, dependerá de las características del caso y del grado de implicancia del trastorno en la vida diaria.
El tratamiento psicológico puede ayudar al niño y a la familia a aprender formas de reducir el estrés o los conflictos que pueden causar un ataque de pánico.
Al niño se le enseña técnicas de respiración, de relajación y de manejo de pensamientos distorsionados, al darle información de lo que ocurre en su cuerpo cuando tiene pánico y de que no puede pasarle biológicamente nada de lo que teme, desmayarse, morirse o volverse loco; el niño comienza a tener confianza en que nada grave le ocurrirá y se trabaja con técnicas distractivas y de juego para focalizar la atención fuera de los síntomas corporales.
A la familia se le instruye acerca del trastorno y sus consecuencias y se le dan herramientas para saber cómo actuar ante el pánico infantil, también se trabajan situaciones de dinámica familiar que pueden propiciar la aparición de sintomatología panicosa en el niño.
Para los casos graves, hay medicamentos específicos que pueden detener los ataques de pánico infantiles.
El tratamiento oportuno del pánico infantil puede prevenir el desarrollo futuro de otras complicaciones en la adolescencia, como pueden ser el trastorno de pánico adulto, el abuso de sustancias, la agorafobia, la fobia social o la depresión.